En múltiples ocasiones medios peruanos, se han encargado de sembrar la idea entre la opinión pública de que la promoción del uso de ivermectina para el tratamiento del COVID-19 además de no tener comprobación científica tiene un trasfondo económico y político. Pretenden hacer creer que los fabricantes o importadores de este medicamento encontraron su mina de oro y están acumulando grandes fortunas en medio de la pandemia a costa de la ilusión de los más necesitados. En mi artículo “La Ivermectina y el Covid-19: opinión vs. Realidad” expuse la evidencia científica sobre la efectividad de la ivermectina en el tratamiento del COVID-19, en este reportaje pretendo develar los intereses económicos detrás del negocio de la ivermectina en el Perú.
Según la página CENARES, las compras de ivermectina por parte del gobierno alcanzaron la extraordinaria cifra de 20 millones de Soles durante todo el año 2020 (sin incluir las compras realizadas por ESSalud). Veinte millones es mucho dinero y puede despertar muchas suspicacias especialmente si la cifra representa un alto porcentaje de los gastos en la pandemia. Sin embargo, al ver las cifras completas queda claro que no es así, las compras de ivermectina hasta finales de marzo de 2021 fueron menos del 1.6% del total de las compras registradas para la pandemia. La misma base de datos de CENARES reporta compras de elementos descartables como mamelucos o cubre zapatos por más de 700 millones. No quiero dar a entender que una chaqueta descartable sea un gasto innecesario, pero con toda franqueza, la compra de 11 millones de chaquetas descartables causa más suspicacias que la de un medicamento esencial, útil y barato que además ha sido galardonado con el premio nobel de medicina.
Otro gasto del que se habla muy poco es el gasto relacionado con las pruebas para detectar pacientes con COVID-19. Según el portal Perú Compras, en Perú se han gastado más de 250 millones de soles en pruebas rápidas y PCR, gasto que se asume como justificado, sin embargo, al ver la cantidad de casos y los niveles de mortalidad, se infiere que la inversión en pruebas ha sido en vano. Para concluir esta idea, es importante mencionar la resolución ministerial del 23 de junio de 2020 en donde MINSA autorizó a las farmacias de los establecimientos de salud a fabricar su propia ivermectina, dándoles la libertad de comprar la materia prima y producir el medicamento de forma independiente y a un costo muy bajo. Esta decisión por si sola echa por tierra la idea de que la ivermectina es un gran negocio para unos pocos particulares.
Ahora bien, ya sabemos que sí hay evidencia de que el uso de ivermectina ha sido efectivo para el tratamiento del COVID-19 en el Perú, como se demostró en el estudio sobre Perú “Sharp Reductions in COVID-19 Case Fatalities and Excess Deaths in Peru in Close Time Conjunction, State-By-State, with Ivermectin Treatments” y en decenas de estudios internacionales. Tambien se sabe que el costo de usar este medicamento es muy pequeño en comparación con otros gastos que poco han impactado la evolución catastrófica de la pandemia, entonces ¿Porque se ha generado tanta resistencia hacia su uso en el Perú? Para responder a esta pregunta es necesario identificar a quienes se han encargado de difundir información alrededor de la inconveniencia del uso de ivermectina y tratar de identificar conflictos de intereses, si es que los hay.
Una de las oposiciones que recibió el uso de ivermectina en junio de 2020 fue una carta abierta en la que un grupo de investigadores peruanos encabezados por el tristemente célebre Dr German Málaga, solicitaban al gobierno peruano suspender el uso de ivermectina y otros medicamentos para el tratamiento del COVID-19. Uno de los argumentos del Dr Málaga era que, si todos los peruanos tomaban ivermectina, sería imposible demostrar científicamente su efectividad al no contar con un grupo de control. Este mismo argumento fue usado por la Dra. Patricia García quien alcanzo a afirmar que 8 de cada 10 pacientes con COVID-19 habían tomado ivermectina. Y parecía cierto, el mismo Dr. Málaga en conjunto con la Dra. García y otros investigadores registraron en julio de 2020 un estudio científico para probar la efectividad de la ivermectina. El estudio que está en su revisión final tuvo como objetivo reclutar 68 pacientes, los cuales con dificultad tardaron en ser reclutados más de 6 meses.
Sin embargo, al mismo tiempo que los investigadores se quejaban por la falta de pacientes, la Dra. García reclutó centenares de pacientes para el estudio internacional “Solidarity”, los cuales, por el diseño del estudio no podían recibir ivermectina. Y el Dr. Málaga por su parte menciona con mucho orgullo haber reclutado 12,000 pacientes para los ensayos de la vacuna china, a quienes, por obvias razones, tampoco se les permitía el uso de ivermectina. Para cerrar el círculo sobre las afirmaciones de los investigadores, una encuesta reciente de un medio local mostró el 68% de los peruanos nunca ha tomado ivermectina, y que únicamente el 6% la toma regularmente. Las preguntas que quedan en el aire son:
¿Los investigadores Málaga y García mintieron sobre la efectividad de la ivermectina para desincentivar su uso y así poder reclutar más pacientes para sus otros ensayos clínicos?
Después de haberse expresado públicamente en contra de la efectividad de la ivermectina, ¿Se puede confiar en la independencia de los resultados de su ensayo clínicos próximo a publicarse?